Moviendo montañas en un viaje de transformación

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Keisy Moreno

Una actitud positiva y el apoyo familiar son fundamentales para enfrentar cualquier tipo de discapacidad, independientemente de la gravedad del caso. El aneurisma cerebral es una de esas condiciones que, en ocasiones, pueden dejar secuelas incapacitantes si la persona sobrevive.

Un día, durante una visita al trabajo de mi mamá, conocí a una mujer proactiva, jovial y entregada. Su nombre es Itza Ramos, quien posee un deseo innato de superación y una inquebrantable fe en su corazón.

En 2017, Itza sufrió la devastación de cuatro aneurismas cerebrales y un derrame masivo, lo que la dejó en coma durante nueve largos meses en el Complejo Hospitalario Dr. Arnulfo Arias Madrid de la Caja del Seguro Social. Los pronósticos médicos pintaban un panorama desalentador, pero incluso en estado inconsciente, la fe de Itza permanecía inquebrantable.

El aneurisma cerebral, generalmente asintomático, solo muestra sus señales cuando alcanza dimensiones considerables, desencadenando síntomas como náuseas, convulsiones, pérdida de conocimiento y entumecimiento. Su recuperación es un proceso largo y complejo, y las secuelas pueden variar desde la pérdida del gusto y el olfato hasta problemas en el habla y la memoria. Afortunadamente, existen tratamientos y medicamentos que pueden mejorar la calidad de vida del paciente, prevenir recaídas y complicaciones.

El paciente que ha sufrido un aneurisma cerebral puede quedar con limitaciones físicas que dificultan su autocuidado, así como el caminar, inclinarse y realizar acciones que requieran esfuerzo. La enfermera Ángela Hernández Posada, en un artículo sobre el tema, menciona que “se enfrentan desafíos en el ámbito social y emocional, por lo que el apoyo familiar se vuelve primordial”.

Fomentar la igualdad, la equidad y crear un ambiente positivo lleno de amor por parte de quienes rodean al paciente resulta esencial en el proceso terapéutico, que incluye aspectos físicos, mentales, emocionales y espirituales del individuo. Además, la disciplina en la toma de medicamentos y la asistencia puntual a las citas médicas son cruciales para una recuperación exitosa.

Con incertidumbre en el aire, tanto por parte del cuerpo médico como de sus familiares y amigos, llegó el temido momento de retirar los aparatos respiratorios a Itza. Sin embargo, para asombro de todos, Itza despertó del coma, marcando el inicio de un extenso y doloroso proceso de recuperación. Inicialmente, el lado izquierdo de su cuerpo quedó completamente inmóvil, y experimentó lapsos de coma. No obstante, a medida que se recuperaba y tomaba mayor conciencia, estaba convencida de que, mediante su fe, actitud y el amor genuino de los suyos, movería montañas y se recuperaría.

Hoy, las terapias de dolor y lágrimas han quedado atrás. Itza ha superado la hemiplejia (parálisis completa o incompleta de la mitad del cuerpo), ha vuelto a caminar y ha recuperado su memoria. Aunque usa un bastón debido a una repentina inestabilidad, su espíritu resiliente ha transformado su vida.

Esta dama nos inspira con sus palabras: "Hay que saber enfrentar los desafíos con paciencia y dedicación. Me he reinventado y estoy dispuesta a convertirme en una persona influyente para estimular a aquellos que enfrentan patologías neurológicas, convenciéndolos de que no hay límites ante ninguna circunstancia".

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